viernes, 1 de junio de 2007

A todo gas

Las tomas en un portaaviones son siempre difíciles. Existe una serie de factores que hay que sortear: se llega normalmente escaso de combustible, la pista se mueve, es minúscula, hay que acertar a engancharse en uno de los cuatro cables de acero atravesados en la cubierta y, si no, irse de nuevo al aire para intentarlo otra vez. Por eso, y al contrario que los aterrizajes en tierra, que se hacen con los motores a ralentí, aquí se entra a plena potencia y a unos 165 nudos (alrededor de 300 km/h) porque en caso de fallar el enganche no hay pista suficiente para recuperar la velocidad. En fin, toda una exhibición de sangre fría y dominio del avión.

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